Directora del Centro de Formación Profesional Nro. 36 de Cuenca XV, Neuquén.
Por Julieta Montero
Neuquina de origen irremontable, Nieves Cáseres trabaja en el barrio Cuenca XV desde hace más de trece años. Llegó en 2002, cuando se creó la Escuela Primaria 347 y el caserío tenía apenas dos manzanas. Puertas adentro de esta escuela emplazada en los márgenes del oeste de la capital de Neuquén, fue secretaria, directora y maestra de apoyo. Y su trabajo también la convirtió en referente puertas afuera, para una comunidad donde los chicos entran muy niños a la droga, a la calle y a las bandas.
En el barrio la conocen porque trabajó con los chicos más conflictivos y porque no para: va a donde haya que ir y se queda hasta haya que quedarse. Ella misma define este compromiso como su proyecto, su pasión. Es ese compromiso el que no la deja estar quieta y que la hace a buscar cada vez más escuela cuando siente que la primaria no alcanza frente al avance de la realidad. Como resultado de esa búsqueda, en agosto de 2015 se abrió en contra turno el Centro de Formación Profesional (CFP) Número 36, del que es directora, y que hoy supone que las puertas de la escuela están abiertas en el barrio hasta las once de la noche. Una presencia simbólica y garantizada del Estado que va más allá de los patrulleros y que la llena de orgullo.
El desafío del CFP 36 se cruza entonces con el sueño de Nieves, un sueño que no asume sola. Además de los talleristas, la acompañan Tatiana Vásquez como maestra de apoyo y Carla Paissan como secretaria. Sentadas en la misma mesa, las tres coinciden en el diagnóstico y en el destino: esta es una oportunidad de hacer las cosas de otra forma, para incluir y hacer lugar al futuro.
“La idea es que estos chicos que ya terminaron la escuela entren de nuevo, que vengan, que sepan que la opción está. Yo creo que eso ya hace la diferencia. Porque con Tati nos pasa que hemos sido maestra de chicos que están presos o que han muerto en este mismo contexto, con estas mismas familias, con la escuela con las mismas herramientas, sola. Y vos decís ¿me quedo a esperar distintos resultados si no hay nada distinto? Por lo menos esto es algo distinto, algo para que la historia no se repita”.
Marcas de barrio
Hoy Nieves Cáseres es un personaje con cierta notoriedad local, distinguida en 2015 con el premio Buenos Educadores de Argentina que entrega en Ministerio de Educación de la Nación. Carla cuenta que hace un tiempo hubo un tiroteo en la puerta horario escolar y que allí el rol de Nieves, como directora de la escuela primaria fue fundamental. La noticia circuló en la provincia como “tiroteo en la escuela”, pero Nieves fue muy clara al contar lo grave de la situación: “ver muchachitos de 14 o 15 años matándose es gravísimo, estén frente de una escuela o en un descampado”. De la experiencia, que es la cotidianidad de las familias del barrio pero que para los que trabajan en ella resultó nueva, salieron fortalecidos, porque “pudimos gestionar otro cargo de maestra de apoyo, más talleres y el CFP”.
Desde entonces, cuando los medios hablan de Cuenca XV o de la violencia en la periferia de Neuquén, muchas veces usan imágenes de archivo que fueron tomadas ese día en la puerta de la escuela. La repetición estigmatiza, igual que estigmatizan otras muchas cosas que se dicen sobre el barrio. La respuesta es una comunidad que sale poco, chicos, adolescentes y papás que prefieren quedarse en el terreno que conocen. “Se crean comunidades muy compactas: acá adentro se resuelve todo, pero no siempre de la mejor manera porque a veces se resuelve a los tiros”, dice Carla. Por eso es tan importante que las ofertas y alternativas vengan hasta acá, por eso es tan importante este CFP.
La trayectoria de Nieves
Después de unos primeros años en la gestión como directora y secretaria de la Escuela Primaria 347, a la hora del volver al aula a Nieves le prepusieron armar un proyecto especial con unos diez chicos ya grandes que aun no estaban alfabetizados. Trabajaron todo el año fuera del aula, con un modo distinto, con otros tiempos y en ronda. La escritura fue apareciendo desde lo significativo, desde cuestiones personales. “Fue crear el vínculo, después ya van solos”, cuenta. “Como maestra de apoyo vos te das cuenta que lo único que muchos chicos necesitan es alguien que les diga “vos podes”, porque detrás de todo problema de aprendizaje o de conducta lo que falta es una persona que se ponga de su lado. Eso muchos chicos no lo encuentran en la escuela y es por eso que salen y terminan en cualquier lado, porque la escuela no es la única causante, pero nos tenemos que hacer cargo.”
Un ejemplo es el de Oscar, de quien asegura haber aprendido más de lo que enseñó. “Me pasaba con Oscar que escribía sólo si tenía el contacto corporal, si no, no escribía ¿Y que hacés vos cuando no podés hacer lo que hacen los demás? Ruido. Lío. Pero él lo básico de la lectoescritura lo tenía, lo que necesitaba era seguridad: el día que yo apoyaba mi codo en el codo de él o el hombro en el hombro de él, escribía. Me fui corriendo de a poquito, es fantástico verlo.”
Y después cada uno volvió a su aula, en el grado que les tocaba, y allí los siguió acompañando pero adentro como maestra de apoyo, para acompañar puntualmente a los chicos con dificultades de aprendizaje. “A veces los maestros piensan que quererlos o decirles que pueden y valorarlos no es tarea de ellos, creen que la tarea del maestro es solamente venir y enseñar”. Lo que aprendió como maestra de apoyo es otra cosa y eso orienta su tarea desde entonces.
Marcas de escuela
Nieves reconoce que es muy autocrítica con sus compañeros y con ella misma. “Desde muy chiquititos vos le marcás a algunos chicos que son un fracaso y eso no se saca más de la piel, cuando lo queremos reparar es muy difícil”. Al contrario, la escuela debería ser un espacio donde experimentar otras cosas que tal vez afuera no suceden. “El chico tiene que pasar por la primaria y tiene que tener éxito, tenemos que garantizarle que tenga éxito porque es la primera carta que se juega ¿cómo te va a ir mal en tu primera carta, cuando se está formando tu subjetividad? Ya te formás desde el burro, desde el no saber y el no poder ¿cómo llegás a adulto?”
La escuela queda así definida no solo como un espacio compensatorio, sino como un lugar que puede también lastimar y dejar cicatrices. “Los nenes vienen muy quebrados y es nuestra obligación generar espacios donde se disfrute, donde se aprenda como se puede y de donde se vayan todos los días sabiendo que valen y que pueden”, dice Nieves, “no podemos generar situaciones de aprendizaje en las que fracasen”. El trabajo del maestro es entonces absolutamente central, como puntal de un proceso de crecimiento que empodera al sujeto que aprende desde el reconocimiento de sus capacidades.
“Al chico para enseñarle vos tenés que desear que aprenda, independientemente del lugar donde esté, de si fuma marihuana o no, si es de barrio o no, vos tenés que desear que aprenda y que aprenda al máximo”, reflexiona. Porque “un docente que piensa que el otro no tiene nada para dar y nada para aprender no tiene lugar para trabajar, no hay margen para la acción del maestro”. De lo primero que se trata es, en todo caso, de no limitar esas ganas con las que entran a la escuela el primer día, sino de explotarla y potenciarla.
El compromiso con la educabilidad
Pero la realidad de la tarea docente no se agota en desear lo mejor para el otro, sino que se extiende a la necesidad de mirarlo y reconocerlo en su realidad y en su propio deseo. “Con Tati en estos 10 años hemos compartido experiencias muy profundas, experiencias de que afuera no hay nada. Salís y hay familias devastadas y nada, porque el barrio no tiene nada. Lo único que tiene son las bandas, que se vienen institucionalizando hace años ¿Cómo uno piensa su propuesta pedagógica, como uno planifica como maestro si yo sé que de grandes van a terminar siendo de los champú o de los hámsters y que van a terminar a los tiros? Porque ese es su objetivos, ellos sueños con eso”.
Para Tati, esto representa un desafío emocional y profesional enorme para cada maestro. “Lo que vos ves como docente es que lo ellos quieren para su vida no te parece bien, por eso es difícil encontrar el equilibrio. Porque vos como docente no le podes decir “no, tu vida está mal, tus proyectos no van”. Entonces tenés que tener muy en claro tu visión y en a quien tenés enfrente para ver qué les decís para que vean otras alternativas sin quedarse afuera porque están embarazadas o están en la droga.” Para Nieves, para los docentes estudiar ayuda porque permite ver que otros pasaron por lo mismo y pudieron. Pero lo más importante es darle la centralidad que tiene a cada oportunidad de incluir.
Los primeros días del CFP 36
En julio se confirmó la creación del Centro de Formación Profesional y en agosto empezó a funcionar. Largó con dos cursos cortos que se ajustan a los tiempos que quedan del año: Auxiliar de instalación domiciliaria de luz y gas, dos especializaciones que buscan acompañar la realidad de la comunidad atendiendo a la precariedad de sus viviendas. Por ahora, son 15 alumnos, suficientes para Nieves. “Yo soy feliz con poco siempre, pero quince es un número más que lindo para haber empezado en las condiciones que empezamos”.
Lo primero fue hacer la difusión y convencer a los grandes de que volvieran a la escuela. Y ahí aparecieron nuevos desafíos, porque se acercaron algunos que no sabían leer o escribir. “¿Cómo le decís que no a una persona así, a un adulto que decide volver a una institución educativa? No le podés decir que no, tiene que venir igual, aprender desde su lugar y después veremos las certificaciones”. Y ahí entra Tati a este proyecto, como maestra de apoyo, para “ayudarlos a entender, para charlarles, convencerlos, acompañarlos cuando se enojan porque no les salen”.
Para las tres, es muy importante que este nuevo tránsito por la escuela no sea un fracaso más, “imaginate lo que es no poder después de acercarse con todo el esfuerzo ¡ninguno tiene que volverse a su casa!” dice Nieves, “si alguno se va que sea por otras razones, pero que no sea porque la escuela no los sostiene”. Para sostener como sostiene, porque ninguno se fue, lo más importante es que la escuela sea un espacio donde ser feliz. “No hay que perder de vista la centralidad de que la escuela se vincule desde el placer, que las instancias educativas se conecten otra vez con el disfrute y con la alegría”, dice Nieves y acompaña sus palabras con paseos, visitas e instancias sociales que incluyen a veces choripanes y otras pizzas. Y Carla agrega en la misma dirección, pensando en las características de este grupo de quince estudiantes de 23 a 60 y pico de años: “por mas que son adultos, con ellos lo que vemos es la necesidad de lazo social, ven este espacio como una oportunidad de armarse una red”.
Vamos por más
“Todavía no tenemos adolescentes, que es el sueño que compartimos con Carla y la finalidad con la que se crea este Centro: para incluir a los chicos que están en las esquinas, dando vueltas y jugando a la pelota en el patio de la escuela”. Pero meter a los adolescentes es un trabajo hacia adentro y hacia afuera de la institución que en el CFP se toman muy en serio y que está en la agenda de estos primeros meses. Nieves es muy categórica al respecto y la risa de sus compañeras cuando lo dice delata que va en serio, “es una tarea política el ser docente y quien no la tome que cuelgue el guardapolvo y se ponga un kiosco.”
Por un lado, Nieves se propone antes de la llegada de los adolescente fortalecer la formación pedagógica de los talleristas. “Cuando yo hablo de armar a los docente me refiero a ayudarlos para que no miren a los chicos como si ya estuvieran perdidos, que vea a un grupo de adolescentes y piense que ahí hay mucho para hacer”, dice. Y para eso convocó a un docente ya jubilado pero con 30 años de experiencia, Eugenio Zanotta, “un padrino ideológico y afectivo” que es referente de la formación profesional por sus saberes pedagógicos y por su visión de la educación. Un sábado al mes, lo visitan en su chacra del paraje China Muerta, y mientras se hace el lechón en horno de barro se charla sobre pedagogía. Nieves vuelve a la cuestión de la felicidad, “si vos querés que el chico que viene sea feliz, el que está enseñando también tiene que ser feliz”. Lechón mediante.
Por otro lado, está la tarea no menor de volver a traer a estos chicos a la escuela, chicos que no se sienten parte y que llevan marcas de escuela que necesitan externalizar. Tal vez por eso, cuenta Carla, “estos chicos que han sido alumnos o hermanos de alumnos cuando vienen a jugar a la pelota acá atrás entran saltando la reja, es como que hay que invadir el espacio, es como que no pudieran entrar por la puerta”. Entonces se trata primero de un trabajo de revinculación con el lugar, a apropiarse de él desde otro lugar. Para eso, este año tienen un profe de electricidad que va dos horas todos los jueves y trabaja con los chicos que Nieves logra entrar. La directora a veces sale con pizza, a veces sólo con amor y la confianza que le tienen. El objetivo, dice Nieves, es que “entren, que se encuentren y que se encuentren con la electricidad, que es algo que es práctico y que convivimos siempre con ella… vamos de a poquito”.
“Si educar es pensar lo mejor para el otro, porque uno cuando educa tiene que desear que el otro se realice y vos miras para afuera y ves que la realización del otro, el sueño del otro, es andar con un arma y drogado a los 11 años. Entonces uno tiene que lidiar con eso, con que salen de acá y después los ves en la esquina drogándose: como educación, hasta ahí llegábamos. Ahora ya no, ahora no les salvaremos la vida pero por lo menos ahora están las puertas de la escuela abiertas después de las seis de la tarde, la escuela está. Está la opción de entrar y de crear. No van a cambiar su vida pero van a encontrarse al menos una horita con un espacio distinto, con un adulto que los mire, que les enseñe… encontrarse con el otro y con uno mismo, que eso es el aprendizaje, encontrarse como sujeto que aprende”.
